¡Gracias!
Fue la palabra más repetida en este reencuentro de alumnos-as y profesores-as el pasado sábado y en este caso no fue un gesto más de buena educación que, salvo excepciones, todos tenemos en algún momento. Porque, desde los primeros momentos en que empezaron a llegar todos los convocados a este evento, ese fue el sentimiento más expresado hacia los profes asistentes y hacia las escolapias y el Colegio Calasanz, su colegio.

Un recorrido por los espacios del colegio que durante años fueron su segundo hogar, -las clases, la biblioteca, los laboratorios, el gimnasio…- donde gritaron, lloraron, se enamoraron por primera vez, se angustiaron ante los exámenes realizados en sábado por Ernestina, disfrutaron y se sorprendieron ante los nuevos conocimientos que se les ofrecían… La capilla donde descubrieron la importancia de una vida interior y el salón de actos con el estruendo de las mismas butacas de madera donde se sentaron y su escenario donde aprendieron a representar a los clásicos de nuestra literatura de la mano de Miguel Ángel, su apasionado profesor de lengua y literatura.

Una comida abundante para seguir rememorando tiempos pasados y compartir proyectos presentes y futuros en animada conversación. Más risas y una sana euforia con una copa de vino, una cerveza o un refresco para los más comedidos. Y, como no, una tarta por los 25 años de amistad cumplidos y para dar un enorme “GRACIAS A LA VIDA que nos ha dado tanto” y a las organizadoras y organizadores y a María Teresa, escolapia, que a pesar de sus limitaciones sigue a pie de obra haciendo posibles estos encuentros y también a la Asociación de AA. Alumnas-os cuyas responsables nos acompañaron en todo momento.

Como en ocasiones anteriores los alumnos y alumnas que se volvieron a encontrar, algunos no se habían vuelto a ver desde ¡hace 27 años!, los abrazos, los besos, las risas y las expresiones de sorpresa ante los cambios físicos que el tiempo ha ido dejando en cada uno fueron una constante del encuentro.
Después, una puesta al día para compartir las vivencias de tantos años: la familia que muchos han formado, las dificultades y los trabajos por los que han pasado, la satisfacción por lo que han logrado llegar a ser, los recuerdos de una adolescencia intensa en la que descubrieron el valor de la amistad, del compartir, los enredos amorosos de una juventud incipiente, las enormes dudas al tener que elegir un camino no exento de obstáculos, incertidumbres e inconvenientes…

Por último, descubrieron los nuevos espacios habilitados en los últimos años – las salas de informática, los talleres y las aulas de los ciclos formativos. Y por fin la luz y la belleza de un espacio emblemático en proceso de restauración: La cúpula y las escalera señorial del palacio Laurent. Un lugar enigmático durante su infancia en el que más de uno llegó a hurtadillas y se escondió ante la omnipresencia de Madre Luna que este día 23 de abril cumplió 92 años, como si nada, feliz al escuchar las voces de todos cantando el “Cumpleaños feliz”.

En fin, una experiencia intensa que todos los asistentes tardarán en olvidar y que nos anima a seguir reañizando estos encuentros donde poder constatar la importancia de la escuela como espacio de socialización y aprendizajes no sólo académicos, sino afectivos y de convivencia. No en vano el colegio ha recibido este curso el «Premio Ciudad de Alcalá a los valores cívicos Arsenio López Huerta», concedido por el Ayuntamiento de nuestra ciudad.