En el colegio Calasanz recuperamos tradiciones ancestrales

Desde que nuestra especie comenzó a evolucionar siempre nos hemos hecho preguntas y buscado respuestas para avanzar y ser más humanos. Preguntas sobre nuestro origen y los fenómenos naturales que se repiten de forma cíclica. Por ello los «Sapiens» hemos construido mitos y leyendas trasmitidos de generación en generación y también rituales colectivos que han reforzado nuestra convivencia y el sentido de pertenencia a una cultura o civilización con unos valores comunes.
Por eso cada año las educadoras y educadores preparan con ilusión y esmero diversas actividades que a través del juego y la imaginación introducen a los niños y niñas en ese mundo mágico que representa la Navidad y que más adelante formará parte de su bagaje cultural y espiritual.

Sabías que…

Según la tradición, el primer belén lo realizó San Francisco de Asís, en 1223.
Las fiestas de la Navidad coinciden con el solsticio de invierno en el hemisferio norte, 21-22 de diciembre
, cuando el sol alcanza su punto más bajo en el horizonte, las noches comienzan a ser más cortas y los días más largos. Por esa razón, para todas las culturas de la antigüedad, este fenómeno cósmico representaba el nacimiento del sol, el dios más importante en todas las mitologías, que con su energía hacía renacer los bosques, los campos y las esperanzas de supervivencia, haciendo fértil la tierra para que diera abundantes frutos al llegar el sol a su punto más alto en el solsticio de verano, 21-22 de Junio, con la recogida de las cosechas.
Todos los pueblos antiguos que adoraban al sol, celebraban su nacimiento con grandes festejos alrededor de grandes hogueras, símbolos de la luz y el calor del astro rey -el sol, mediante ceremonias colectivas con cantos y danzas rituales.
Y los pueblos del norte de Europa adornaban, en estos festejos, los robles que habían perdido sus hojas con manzanas y piedras y lazos de colores, propiciando así que los espíritus benefactores del bosque no les abandonaran e hicieran brotar las yemas de los árboles y las cosechas de sus campos.

Sabías que…

Los antiguos egipcios creían que Horus, el sol naciente, venía al mundo en el solsticio de invierno, concebido milagrosamente por Isis cuando su esposo Osiris ya había muerto a manos de su hermano Seth, dios de la oscuridad y las tinieblas. A menudo Horus, encarnación de su padre Osiris, era representado en forma de niño recién nacido con cabellos dorados, coronado por el disco solar y recostado en un pesebre.
En Grecia y Roma, las fiestas en honor a Dionisos, dios del vino, de la vegetación y de la fecundidad, y en honor a Saturno, dios de la abundancia, agricultor y plantador de vides, también se celebraban en torno al solsticio de invierno. Durante estas fiestas, en las que también se celebraba el nacimiento de Apolo (el Sol invicto), los romanos abolían temporalmente las clases sociales, los amos servían a los esclavos, los ricos invitaban a sus mesas bien surtidas a los pobres, el único oficio permitido en esos días era el de la cocina y se practicaban juegos de azar que normalmente estaban prohibidos.

Sabías que…

El Cristianismo adoptó el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo en el siglo IV, durante el pontificado de los papas Julio I y Liberio, cuando el emperador romano Constantino I el Grande se convirtió al cristianismo, con la intención de celebrar una fiesta religiosa común y facilitar la conversión al cristianismo de los pueblos, bajo dominio romano.
A lo largo de la Edad Media, la Iglesia católica, referente cultural y religioso de Europa, en su evangelización, fue convirtiendo los rituales paganos en fiestas cristianas que celebraban la llegada del hijo de Dios, Jesús de Nazaret, que nace, vive y muere como un humano, y que rompe con los ciclos naturales que la humanidad no podía controlar.
Un Dios, que el humanismo cristiano del Renacimiento empezó a presentar como alguien cercano, que propone una nueva manera de ser y estar en la tierra y muestra la certeza de que un mundo mejor es posible si se imita el estilo de vida de Jesús, cercano a los más pobres y desfavorecidos, que simbolizan lo que aún queda por hacer.