Madre

Paula Montal

En el siglo XVII, José de Calasanz descubre en la educación de los niños y jóvenes el medio más eficaz para la reforma de la sociedad y crea una escuela nueva, primer modelo en la historia de educación popular, integral y cristiana.

En el siglo XIX, Paula Montal descubre como necesidad urgente de la sociedad de su tiempo la promoción de la mujer, hasta entonces marginada de la cultura Se encuentra con la escuela de Calasanz y, sintiéndose identificada con ella, crea una escuela para la mujer, con rasgos propios y estilo escolapio.

Santa Paula Montal fundó la Congregación Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías, (Escolapias). Su espiritualidad y firmeza personal la hicieron una mujer muy avanzada a su tiempo. Esto generó un estilo muy personal de innovación pedagógica constante

En las escuelas ya había aulas especializadas para estudiar a fondo la teoría y la praxis de diferentes disciplinas, como por ejemplo las dimensiones del arte, de la ciencia y de las humanidades, destacando su inquietud por transmitir el amor a Dios.

Paula Montal tenía arraigada una gran inquietud de acompañar a jóvenes en su crecimiento como personas para «salvar el valor de la familia» y rescatar la figura de la mujer para ponerla en relieve ante una sociedad que aún no había asumido este papel. Actualmente Madre Paula es referente de espiritualidad y de innovación pedagógica en todas las escuelas escolapias de todo el mundo. Todas las escuelas celebramos su fiesta el día 26 de febrero de cada año.

Madre Paula Montal

Un mujer que se anticipó al siglo XXI

(Arenys de Mar 1799, Olesa de Montserrat 1889)
Ha pasado a la historia de nuestro país y de la educación por ser la primera mujer que
une perfectamente la fidelidad a la tradición cristiana más comprometida con la ayuda a los más desfavorecidos, en este caso las mujeres, y la apertura a las nuevas corrientes modernizadoras que apuestan por el progreso global de toda la sociedad a través de la educación. Comenzó, su obra de “dignificación de la mujer”, abriendo en 1829 una escuela para niñas, realizando así, en toda su plenitud el ideal de José de Calasanz, que abrió la primera escuela inclusiva en 1597 para niños pobres en la Parroquia de Santa Dorotea en el barrio romano del Trastevere.

En su adolescencia vive la muerte de su padre y la guerra de la Independencia contra la ocupación francesa y aprende a ganarse la vida, a leer y a escribir en las escuelas de “puntaires” (encajes), donde va descubriendo la marginación de las mujeres de su tiempo que como consecuencia del rápido proceso de industrialización de la sociedad catalana se ven sometidas, junto con sus familias, a duras situaciones de explotación. 

Eran tiempos difíciles y de grandes cambios en España y en Europa. El absolutismo estaba en crisis y los ideales de la Ilustración que hablaban de la dignidad de todos los seres humanos, se abrían paso a duras penas. Incluso muchos de los ilustrados afirmaban que las mujeres no necesitaban educación porque su cerebro ¡era más pequeño que el de los varones!.

Casi 30 años antes de la 1ª ley de Educación (Ley Moyano-1857) ella ya había abierto su primera escuela para niñas en Figueras con cuarenta reales. A ella le siguen otras muchas por todo el territorio catalán, después en Aragón, Valencia, Castilla y Andalucía. En la actualidad las escolapias están extendidas por todo el mundo (América, África y Asia).

Paula Montal, habló poco pero hizo mucho. Su lema: “Quiero salvar a las familias infundiendo a las niñas el santo temor de Dios” sigue teniendo una actualidad sorprendente y sigue dando un sentido a la tarea educativa que se realiza en los colegios de las escolapias y nos ayuda a reflexionar en profundidad sobre: La situación de los niños y jóvenes cuya problemática deriva de situaciones familiares complejas. 

  • Los retos de la incorporación de las mujeres al mundo laboral y académico, que ya es una realidad y un logro histórico, y el largo camino que aún queda por recorrer.
  • La superación del falso dilema de tener que elegir entre la promoción profesional y la necesaria atención a los hijos y a las tareas del hogar.
  • La igualdad de mujeres y hombres educando a las niñas y jóvenes y dándoles la palabra y la formación, hoy tan necesaria para todos para que la humanidad vuele hacia lo más alto.

La canonización de Paula Montal, no sólo supone su reconocimiento por parte de la Iglesia como modelo a seguir por los cristianos, sino también un recordatorio a todos los educadores de que la tarea de “dignificación de la mujer” sigue siendo una  prioridad de la educación del siglo XXI y que la integración de las familias en el proceso educativo de la infancia y la juventud debe ser una realidad y no debe limitarse a la delegación de responsabilidades en la escuela.